«Y entonces el Califa le dijo a Scherezada: "Cuéntame una película que me ayude a pasar la noche"».

Archivo para agosto, 2022

DOCTOR VITALI O CÓMO APRENDÍ A DEJAR DE PREOCUPARME Y AMAR A KUBRICK

Ha muerto Leon Vitali, hombre-orquesta de Stanley Kubrick de quien fue director de casting, montajista, mensajero, archivador, calibrador de color, promotor, publicista, revisor de subtítulos en todos los idiomas del mundo Kubrick, asesor, secretario, asistente personal… Un hombre que lo dejó todo (hasta su familia) para estar al lado de uno de los más grandes genios del mundo audiovisual.

Bajo las convenciones estilísticas del telefilme más que del cine, el documental Filmworker (2017) de Tony Zierra sirve para ahondar más en el mito de Stanley Kubrick, cuando se tenía pensado que ya todo estaba dicho. Leon Vitali (1948-2022), su colaborador más cercano desde 1974, es el protagonista de esta película que fue bautizada como A la sombra de Kubrick para ser distribuida en español. Título más que pertinente para hablar de Vitali, un actor británico que dio vida a Lord Burlington, el joven noble que funge como opositor de Ryan O´Neal en Barry Lindon (1974).

Filmworker alude a la profesión que consta en el pasaporte de Vitali, y es uno de los documentales que han surgido para explicar el universo del director más venerado de las últimas décadas. No es Stanley Kubrick´s boxes (2008) que hurga en el contenido de los cientos de cartones amontonados en una bodega en la casona del cineasta. Tampoco es Stanley Kubrick: A life in images (2001) que sigue a rajatabla las convenciones del documental biográfico o Room 237 (2012) que es un film de fan sobre los misterios que supuestamente encierra una de las habitaciones del hotel Overlook de The shining

Filmworker es en el fondo la tragedia de un promisorio actor que lo dejó todo para ser el asistente de un artista que no confiaba en nadie. A los 27 años llegó al set de Barry Lindon para un papel que iba a ser realmente secundario, pero el director vio el talento resplandeciente de Vitali y decidió reescribir su parte, alargando la trama para darle más cabida dentro de la historia. Desde ese momento el promisorio actor de algunos trabajos en televisión y teatro empezó a fijarse con mucha atención en todos los procesos de rodaje. Algo hizo clic entre el joven nacido en Leamington Spa, Warwickshire y el legendario fotógrafo neoyorkino que lo dirige en Barry Lindon

Al despedirse el actor le dijo al cineasta que le gustaría probar suerte con los aspectos técnicos del cine. Kubrick le respondió que si se animaba lo recibiría en su equipo. El filme que hizo Vitali en los siguientes meses fue una producción sueco-danesa de Frankenstein en la que interpreta al científico que da vida al monstruo. Sería su último rol protagónico. Aceptó trabajar en el drama de horro gótico con la condición que se le dejara aprender el oficio de montajista en la postproducción. Con esta experiencia a cuestas se acercó donde el maestro quien como prueba suprema le dio a leer la novela El resplandor confiándole la función de director de reparto. En la siguiente llamada telefónica su nuevo jefe le dice que le costeará un viaje a Estados Unidos para hacer el casting de Danny, el niño protagonista de la novela de Stephen King. Comienza así una larga colaboración que sólo concluirá con la muerte del director de Eyes Wide Shut en 1999.

Exactamente, ¿qué fue lo que hizo Vitali con su flamante jefe? ¿Qué tareas le hicieron abandonar una carrera que había arrancado con tanta fuerza? Fue director de casting, montajista, mensajero, archivador, calibrador de color, promotor, publicista, revisor de subtítulos en todos los idiomas del mundo Kubrick, hombre-orquesta, asesor, secretario, asistente personal (el testimonio de Matthew Modine lo tacha de Igor, ese arquetipo gótico del ayudante de Frankenstein). Si en el párrafo anterior usé la palabra tragedia para este documental no era una hipérbole. Después de 1974 Vitali apenas aceptó uno que otro papel y se dedicó en alma y cuerpo a ser el apéndice de uno de los más importantes narradores audiovisuales de nuestro tiempo. No recibió ningún tipo de beneficio económico extraordinario de parte de su empleador. Se casó dos veces. Tuvo tres hijos que en el documental se atreven a dejar ante la cámara un testimonio de abandono y se muestran imágenes que corroboran que prácticamente fueron criados en los sets de filmación. 

Kubrick murió en pleno proceso de postproducción de Eyes Wide Shut (1999) cayendo todo el peso técnico en los hombros de Vitali quien lideró el equipo que concluiría la décimo tercera obra del realizador. Los entretelones de esta ordalía atrajeron a Tony Zerra que dejó en pausa el rodaje de su documental SK13 al ver que lo más importante de ese filme era Vitali. El hombre-orquesta de Stanley estuvo a punto de morir. A la semana siguiente de concluir Eyes Wide Shut fue hospitalizado después de sufrir un ataque de nervios.

El documental cierra con algo que está presente a lo largo de toda la narración: Vitali siempre custodió el legado de su maestro cuidando cada detalle técnico de ese gran mundo audiovisual. Resulta que la versión en 4K o BluRay que hemos visto últimamente de 2001: A space odissey fue preparada por Vitali, al igual que las exposiciones, homenajes y festivales con cintas del maestro que se dieron en algunas ciudades de Europa. 

Datos que dejarán estupefactos al devoto kubrickiano: el mismo cineasta hacía los traylers y su asistente se encargaba de despacharlos a cualquier lugar del mundo. Por cada filme había un respaldo de 25 negativos que estaban bajo los cuidados del asesor. Vitali escogió a Danny Lloyd para el papel del niño en The Shining entre cuatrocientos aspirantes. Al hacer el casting para la niña fantasmal de la historia de Stephen King le llevó al director dos gemelas. Seleccionó a R. Lee Ermey (un exsargento que había entrenado marines y que estaba desde el día 1 el rodaje como consultor castrense) para el papel de Hartman, el instructor sádico en Full metal jacket, pese a que Kubrick ya tenía firmado el contrato con otro militar para ese rol crucial. Fue Vitali quien le llevó a su jefe la cinta de VHS con la asombrosa prueba de cámara. Ya en el set, el director le permitió a Ermey improvisar e interpolar obscenidades y jamás hizo más de tres tomas, algo insólito en un cineasta acostumbrado a que sus actores repitan sus actuaciones docenas de veces. 

Filmworker es un documental más interesante que cualquier filme de ficción que se haya hecho sobre la figura del maestro y el alumno o el jefe y su asistente. Valiosos son los testimonios de Ryan O´Neal, Danny Lloyd (el niño de El resplandor quien rara vez da entrevistas), Stellan Skarsgard, Pernilla August, Matthew Modine, R. Lee Ermey y los ejecutivos de la Warner que lidiaron con el cineasta. Sobre estos últimos llama la atención cómo el aspecto que más admiraban no tenía nada que ver con lo artístico: remarcaban la cantidad de dinero que se ahorraban porque el maníaco supervisaba personalmente todo, desde la fotografía y el vestuario hasta la utilería y el diseño de la producción. Habría que añadir que tenía un asistente de lujo que percibía económicamente lo mínimo que el gremio dictaminaba. En este sentido, queda señalada la manipulación del genio al que poco le importaba si sus colaboradores eran bien pagados o no. Era alguien que no se las jugaba por nadie y a quien sólo le interesaba su arte. 

El documental echa abajo el mito del genio que se abastece solo y que se erige como el general que manda todo un ejército de empleados. El cine, más que un arte, es una industria en la que se exige la colaboración y el que encabeza el rodaje siempre debe tener a alguien a quien confiarle los aspectos técnicos más peliagudos. Filmworker queda también como registro del testimonio catártico de alguien que lo dejó todo (inclusive un posible contrato con Warner Brothers) por el artista que más admiraba y que ahora se dedica a dar charlas y conferencias sobre uno de los más venerados realizadores de las últimas décadas. Se lo puede ver también como el making of de toda la filmografía de Kubrick y su metodología de trabajo. 

Las declaraciones de ejecutivos o trabajadores de laboratorio tienen cierto hálito de compasión por el esclavismo al que estaba sometido Vitali quien confiesa al final: “Que cómo lo manejaba a él. Yo no podía manejarlo, yo tenía que manejarme a mí para caber en su universo. Él me comió vivo”. Esto convierte a Filmworker en un documento histórico que certifica la importancia de esos trabajadores invisibles, que nadie conoce y que son devorados por sus empleadores geniales o no.

Vitali preconiza que morirá mientras revisa fotogramas de Odisea 2001 o restaura La naranja mecánica. Hay que agradecerle a Tony Zierra por su documental pues permite completar el conocimiento que creía uno tener sobre el director de Dr. Strangelove and how I learned to stop worrying and love the bomb. Cae bien en esta era en la que se puede ingenuamente pensar que pesa más la obra que el artista, cuando este tipo de documentos demuestra lo contrario: la biografía (no la hagiografía) es tan importante como la filmografía. Sin Leon Vitali no se puede entender ningún fotograma del doctor Kubrick. Ahora que ha muerto el 20 de agosto de 2022 es el momento para reconocer su existencia.