«Y entonces el Califa le dijo a Scherezada: "Cuéntame una película que me ayude a pasar la noche"».

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HORIZON CHAPTER 1, UNA EPOPEYA EN FORMA DE WESTERN

El género del western ha ocupado un lugar destacado en la historia del cine, capturando la esencia de la cultura estadounidense, la vida fronteriza y los temas usuales de resistencia, supervivencia y justicia. Vamos con información extraída de manuales de historia del cine: inicialmente en auge a principios del siglo XX, el género vivió su época dorada en las décadas de 1950 y 1960 con películas que mostraban representaciones tanto míticas como complejas del oeste americano. En 2024, sin embargo, el western es menos frecuente, con recreaciones contemporáneas que a menudo pretenden revivir o reinterpretar temas clásicos a través de lentes contemporáneas. Crear una película del Oeste en este contexto -en el que hace tiempo que se considera que el género «ha pasado su mejor momento»- es, por no decir quijotesco, un esfuerzo ambicioso y culturalmente significativo, ya que exige no sólo un profundo conocimiento de la tradición del Oeste, sino también un enfoque innovador para aportar relevancia al público de hoy tan acostumbrado a los productos de las plataformas de streaming.

Kevin Costner (Lynnwood, 1955) no es ningún recién llegado, tiene una larga relación cinematográfica con el género. Protagonizó Silverado (1985), de Lawrence Kasdan, una de las películas que renovó el género, en la que su energía juvenil y espontánea (Costner hacía de un alocado pistolero que parecía extraído de una slapstick Comedy) aportaba vitalidad a una narración clásica; sin embargo, fue Danza con lobos (1990) la película que cimentó el legado de Costner como cineasta del oeste,donde dirigió y protagonizó una narración que desafiaba las convenciones al describir la cultura nativa americana respetuosamente con una perspectiva quasi antropológica. Su dedicación le significó siete premios de la Academia, incluido el de mejor película y mejor director, y revitalizó el género. La pasión de Costner por estas historias es evidente en la película que él mismo dirigió, Open Range (2002), que protagoniza junto a Annette Bening, la miniserie del oeste como Hatflields & McCoys (2012) o la teleserie Yellowstone (2018-2023), productos de alta calidad (no dirigidos por él los dos últimos) que lo encaraman como uno de los pontífices contemporáneos del género y que lo autorizan a abordar su último western, Horizonte, una saga americana, parte 1. Antes de pasar al siguiente párrafo pienso en The Postman (1997), dirigida y protagonizada por Costner, que pese a ser una distopía tenía los matices de un western.

Como pocas veces se ha visto en un western, Horizon ha obtenido el reconocimiento internacional e incluso ha conseguido una ovación de once minutos en el Festival de Cannes, lo que demuestra su alcance artístico. La decisión de crear una saga en cuatro partes (una auténtica locura tanto financiera como artística) subraya el compromiso de Costner con la autenticidad y el detalle, proporcionando una narración con personajes polifacéticos, ambigüedades morales y explora el contexto de la frontera americana. Los complejos procesos de preproducción y producción de la película -con un importante elenco de actores, intrincados decorados y amplias locaciones- demuestran un nivel de ambición pocas veces visto en los westerns actuales, lo que convierte a Horizon en un notable logro del género.

La trama se sitúa en la década de 1860, con toda la problemática de las migraciones internas, y nos adentra en Horizon Valley, una zona ficticia del Valle de San Pedro que es, para los conocedores del género, un pequeño microcosmos de la historia del Salvaje Oeste; los colonos blancos y los nativos apaches están en conflicto, el ejército estadounidense lucha por mantener el orden, la Guerra Civil agota los recursos e inunda la región de familias e inmigrantes pobres en busca de nuevas oportunidades, y el gobierno instiga a los ciudadanos a arrancar cabelleras a los nativos a cambio de una paga.

El propio asentamiento de Horizon está ubicado ilegítimamente en terrenos apaches, lo que significa que el ejército estadounidense no puede defender a los colonos de las incursiones a menos que recojan sus bienes y se trasladen veintiséis millas al norte. Esto convierte a Horizon Valley en una metáfora perfecta de la expulsión de los nativos de sus tierras y cómo han entrado en conflicto con los inocentes lugareños. Como lamenta el coronel Albert Houghton (Danny Huston), «la expansión hacia el Oeste es una trágica fatalidad». Demasiados intereses están en juego y esto deja a los migrantes estadounidenses y a los nativos sufriendo por igual bajo las aplastantes exigencias de la historia.

La trama de Horizon abarca varias líneas argumentales que se entrecruzan y arrojan luz sobre los pioneros, los indígenas y los soldados que habitaban la frontera. La dirección artística (con un equipo de cinco veteranos de la industria) y la fotografía de la película (obra de J. Michael Muro, el de Crash de Steven Sodebergh) sumergen al espectador en un mundo marcado por paisajes únicos y detalles naturalistas que van má allá del documental silvestre. El diseño de producción (obra de Derek R. Hill, el mismo de Piratas del Caribe: La maldición del Perla Negra) refleja un alto nivel de autenticidad histórica (con la ayuda de mucho dinero invertido), mientras que la partitura (cortesía de John Debney, que hiciera la música de La pasión de Cristo y The greatest Showman) realza la profundidad emocional y temática, proporcionando un poderoso telón de fondo al drama que se desarrolla en la pantalla. Los elementos visuales y auditivos se funden para crear una atmósfera que recuerda a la de los clásicos, sin dejar de respetar las raíces del género. Entre las referencias básicas está John Ford con La diligencia (1939) y Fuerte apache (1948). Gravita el fantasma de Clint Eastwood con la presencia de las prostitutas que parece tomado de Unforgiven (1992). Es como si Costner hubiese querido hacer un catálogo de todos los arquetipos que habitan en el género.

En cuanto a su contribución a la historia del cine, Horizonte reafirma la relevancia del western en el siglo XXI al demostrar que el género puede seguir siendo un vehículo eficaz para explorar lo que es ser humano frente a un paisaje inconmensurable. La profundidad y el alcance de la película la convierten en una importante adición al canon del western, al ilustrar que la frontera no es sólo un lugar físico, sino un reino de conflictos morales, sociales y culturales. La dedicación de Costner a retratar esta visión en un formato tan amplio desafía las narrativas cinematográficas contemporáneas, ampliando los límites de lo que los westerns modernos pueden lograr.

Como aspectos negativos del filme está su excesivo metraje y su deseo de abarcar un puñado de historias que el cineasta no logra cerrar. Es como si su mentalidad televisiva de Yellowstone y Hatfields & McCoys hubiera intervenido en el montaje final. Hay una voluntad de serializar la historia que no funciona en la pantalla de un cine. Esto se aprecia mucho en la conclusión de la cinta cuando a manera de flashforwards se nos entrega imágenes de lo que serán las siguientes partes de la saga. La secuencia está filmada a la manera de un trailer y eso es imperdonable en un realizador tan experimentado y premiado como Costner.

Como aspectos positivos, aparte de la gran cantidad de aportes técnicos que hemos nombrado en esta reseña, está la mesurada presencia del personaje de Costner dentro de la trama (una especie de llanero solitario, al estilo de los vaqueros que personificó Clint Eastwood a lo largo de su carrera). Esta humildad funciona a la perfección porque todo está bien equilibrado, de tal forma que no vemos al protagonista a cada momento, dando lugar a que los otros personajes (sobre todo, mujeres) alcen vuelo. Esto no deja de ser turbador al principio del filme, pero una vez que nos acostumbramos, no deja de ser admirable el fresco que el cineasta ha pintado con tantos personajes que persiguen su objetivo de llegar a Horizon, un sitio al que hay que fundar y que es como una especie de tierra prometida.

Párrafo aparte merece la galería de personajes femeninos. Sienna Miller, como la viuda Frances Kittredge, más su hija Lizzie (Georgia MacPhail), quienes sobreviven a un ataque apache y tienen que lidiar con las vicisitudes del desarraigo. Abby Lee en el rol de Marigold, la prostituta que es asediada por uno de los líderes de una banda de forajidos. Jenna Malone (Ellen Harvey), como uno de los más fuertes personajes femeninos, que tiene que afrontar la pérdida de su progenie. Ella Hunt (Juliette Chesney) como una de las migrantes que viaja en una caravana en busca de un mejor terruño.

Finalmente, hay que anotar la tibia reacción de la crítica y los pocos espectadores que han ido a verla, Horizonte ha tenido problemas de recuperación de capital invertido (29 millones de dólares de ingresos en la taquilla norteamericana versus 3.6 millones en venta de boletos en otros países). Todo esto refleja los retos de comercializar un género tradicional en una era dominada por las franquicias de superproducciones y los contenidos en streaming; sin embargo, esto no ha hecho atrás a Costner, que, como un Don Quijote posmoderno, continúa su cabalgata con una determinación solitaria. Otro jinete idealista, Francis Ford Coppola, lo acompaña en el trayecto desértico con Megalópolis (2024), otra película que sobrepasa los 100 millones de dólares y que también es un proyecto autofinanciado que tampoco ha tenido resonancia en la taquilla.

Kevin Costner le dijo, en agosto de 2024, al canal E! News, que no le importaba la recaudación del filme porque «I know that this movie is going to play for the next 50 years». Su pasión por el género y su compromiso con el narrar permanecen inquebrantables, incluso a pesar de los reveses financieros que continuarán con las otras entregas de la saga. En la misma entrevista dijo: «There’s a moment in time where you want [your children] to see this movie. To understand that this is what their [ancestors] went through. It’s not just a western, it’s a history of migration and what they had to do to survive. And I’m really proud of it». Horizonte es un testimonio de esas migraciones internas, un recordatorio de que la persecución de objetivos artísticos a menudo requiere resistencia, aunque signifique atravesar en solitario un paisaje cinematográfico tan vasto e indómito como la frontera americana.